A mediados del siglo XIX. las plagas del oídium primero, y la filoxera después, asolaron los viñedos franceses. Este hecho trajo consigo que se firmara un tratado comercial preferencial con el país vecino, lo que supuso un auge espectacular para la viticultura en tierras alicantinas.
A finales de este siglo se llegó a tener una producción de 93.000 hectáreas cuando a día de hoy no se superan las 10.000. La uva Monastrell, que ya había dado fama internacional a los vinos alicantinos, fue la variedad elegida para la expansión de los viñedos.
En 1892 concluyó el tratado francés, dando fin a la época más dorada de los vinos alicantinos.
Antes de esta época dorada, los vinos alicantinos ya habían adquirido gran fama en el mercado internacional. A finales del siglo XV., Francia, Flandes e Inglaterra eran sus destinos principales. La creación en 1510 por parte del rey Fernando II de Aragón de la primera denominación de origen de la historia para los vinos de Alicante y su comarca significó un gran desarrollo económico y alimentario para los vinos de esta región.
Según los documentos de la época, a mediados del siglo XVII. era el vino más caro de Inglaterra, y hasta finales del siglo XVIII. fue el único vino español de renombre en Alemania. Era tal el prestigio de estos vinos en tierras teutonas, que acostumbraban a beberlo en copas de plata, a diferencia de otros vinos como los del Rin o de Mosela que se bebían en copas de cristal.
Se cree que fueron los fenicios, en el siglo VI. a.C., quienes introdujeron la vid en tierras alicantinas. Sin embargo fue con la llegada de los romanos, en el siglo II. a.C., cuando se consolidó el arte de la viticultura. Los romanos fueron grandes cultivadores de uva, y fue bajo su influencia cuando se comenzó a elaborar vinos para su exportación.
Los primeros documentos escritos acerca de la viticultura en tierras mediterráneas vienen curiosamente a través de los versos de poetas árabes, aunque es a partir del siglo XV. cuando Alicante se hace un hueco en la historia documentada.